It’s time to leave the capsule if you dare.
Space oddity (David Bowie)
Todos sabemos que vivimos tiempos en los que se producen avances tecnológicos sustanciales de manera muy rápida. Lo que no tengo tan claro es que sepamos cuáles son las consecuencias reales de esa rapidez y, lo que es más importante, cómo abordarla. Sin embargo, conocerlo es algo absolutamente crítico a la hora de gestionar empresas/equipos/personas.
La conocida ley de Moore nos muestra que la tecnología avanza a un ritmo exponencial, y esto, que parece un simple adjetivo, tiene unas implicaciones que van mucho más allá.
Esto nos provoca la primera consecuencia crítica: el desarrollo tecnológico siempre va a ser más rápido que el que las personas estamos capacitadas para entender y/o asumir y que el gap cada vez es más grande. Pero aún hay más. Desde finales del siglo XX, quizá para sorpresa de muchos, las personas, nos estamos adaptando mejor a esos cambios que las empresas a las que pertenecemos, lo que no parece dibujar un panorama demasiado alentador.
Inteligencia artificial, robótica, internet de las cosas, realidad virtual, drones, impresión 3D, nanotecnología, blockchain… son algunas de las tecnologías que están produciendo cambios disruptivos en las industrias. Pero la ola no se para ahí, vienen muchas más que hoy son sólo proyectos en sus inicios, pero que gracias a ese crecimiento exponencial no tardarán en formar parte, en mayor o menor medida, de nuestro panorama habitual: biotecnología genética, computación cuántica, integración mente-máquina, etc.
Todo ello nos está llevando a un cambio de paradigma a la hora de intentar generar ventajas competitivas que permitan a nuestras empresas seguir compitiendo en unos mercados que, además, tienen limites cada vez más difusos. Los parámetros clásicos de generación de ventajas competitivas (el tamaño, la capacidad financiera, la marca, la cadena de proveedores, etc.) han dejado de serlo, dando paso a otros como la agilidad, la capacidad de adaptación tecnológica o el talento.
Con ello encontramos lo siguiente: Cambian los mercados: qué se vende, a quién se vende o qué productos generan valor; cambian los modelos: cómo se configuran los negocios, cómo se desarrollan las capacidades o cómo se diseñan nuevos modelos de generación de valor; y cambian las mecánicas: cómo se toman las decisiones en las empresas, cómo se contratan nuevos empleados o cómo se valora el desempeño.
Todos estos cambios impulsados por el desarrollo tecnológico se producen y afectan a todos los sectores llevándonos a una transformación económica y social sin precedentes. La pregunta evidente ante este panorama es ¿qué podemos hacer las personas y las empresas?
No hay una contestación simple y univoca para todos, pues dependerá de muchas variables personales y organizacionales diferentes, pero sí creo que hay un punto de partida que, si lo tenemos claro, puede ayudarnos mucho durante el viaje.
No se trata de tener que implementar todos los avances tecnológicos ya que, como hemos visto, siempre irán más deprisa que nosotros y que nuestras organizaciones, se trata de tener la habilidad de identificar e investigar uno o dos de ellos que nos permitan sobrevivir bien hasta que se produzca el siguiente cambio disruptivo.
Es inevitable dar pasos hacia adelante si no queremos que nuestra organización sea engullida por el tsunami tecnológico, pero, ¿cómo hacerlo? En este punto es imprescindible, si no queremos morir en el intento o lo que es peor, ir avanzando sin saber hacia dónde queremos ir y al final no llegar a ningún sitio, poner en práctica esos nuevos paradigmas de generación de ventaja competitiva como son la agilidad y el talento.
La agilidad actuando rápido en la toma de decisiones, desarrollando e implementando proyectos flexibles que puedan readaptarse en caso necesario, y el talento buscando apoyo para hacerlo en empresas que cuenten con profesionales cualificados, que conozcan en primera persona la vertical en el que desarrollamos nuestra actividad, sus carencias y necesidades, y que a su vez, sean capaces de aportar una perspectiva más amplia llevando a cabo una labor de consultoría previa que permita implementar los proyectos y desarrollar las soluciones de manera personalizada, adaptándolas a las necesidades reales de la empresa.
No basta con adquirir una herramienta por muy avanzada tecnológicamente que esté, es necesario saber que además nuestro proveedor cuenta con talento humano que conoce nuestro sector, que va a ser capaz de proporcionarnos una solución flexible, implementarla de forma rápida y responder con agilidad cuando sea necesario cambiar.
Como decía Bowie en la estrofa de la famosa canción que encabeza este artículo, es hora de salir de tu cápsula si te atreves. El único matiz es que hoy en día atreverse no es una opción, sino una obligación.
(Joaquín Pardo, CEO de Vozitel)